Las recientes declaraciones de Diego Simeone tras el derbi madrileño han suscitado una gran controversia. Al referirse a Thibaut Courtois, afirmó: "¿Courtois? Si provocas a la gente, se enfada. Puedes celebrar el gol, pero no mirando a la grada ni haciendo gestos".
Este comentario resulta preocupante, ya que el entrenador del Atlético de Madrid parece culpar al portero del Real Madrid por la violencia que estalló en las gradas, en lugar de condenar los actos de los aficionados que lanzaron objetos.
El contexto de estas palabras es crucial. Después del gol de Eder Militao, Courtois celebró con un gesto hacia la grada sur del Metropolitano, lo que desató una lluvia de mecheros y otros objetos, culminando en un intento de agresión que llevó al árbitro, Mateo Busquets Ferrer, a interrumpir el partido.
En una decisión digna de elogio, el colegiado llevó a ambos equipos a los vestuarios para calmar la situación. Sin embargo, la reacción de Simeone se centra en señalar al portero como el provocador, en lugar de a los hinchas que mostraron un comportamiento violento.
Ausencia de valores
La pregunta que surge es: ¿qué mensaje está transmitiendo un entrenador que elige responsabilizar a un jugador por "provocar" con una celebración, en vez de condenar la violencia en las gradas?
Este enfoque, lejos de contribuir a un ambiente pacífico, fomenta una peligrosa narrativa que sugiere que los actos de violencia pueden justificarse por las acciones de los jugadores. Courtois solo se limitó a celebrar un gol en un lugar donde ya había sido agredido previamente, al ser vandalizada su placa antes del partido.
Como figura representativa del Atlético de Madrid, Simeone debería haber adoptado una postura firme contra la violencia en el fútbol. Sin embargo, su decisión de desviar la atención hacia Courtois demuestra una falta de compromiso con la ética y la seguridad en el deporte.